Por
Carolina García.
Con una huella en la antesala
aterciopelada color carmesí del Festival
Internacional de Cine de Morelia, abarrotada en taquilla, con escaleras
cubiertas de personas al piso, la cinta del galardonado por los Oscar en la categoría de Mejor Película
Extranjera (2015), Pawel Pawlikowski,
desfila por México nuevamente dentro de la 65°
Muestra Internacional de Cine.
El rodaje filmado a 88 minutos cuenta
la degradación amorosa entre un par de artistas, Zula (Joanna Kulig) y Víctor (Tomasz
Kot), sufridos por los estragos de la Polonia en 1949. El punto de
encuentro yace entre el compositor y una idea por crear arte popular a partir
de la formación de un coro, reuniendo a jóvenes campesinos de origen polaco
sureño.
Joanna
Kulig entraña en los
poros de una mujer con envoltura de astucia, desenvuelta en el éter artístico
por su voz, caída en el desdén del alcohol como inyección anestésica, mientras
que Kot, encarna al músico del
cigarro, enamorado del París en mezcla con la pasión, sin miedos visibles. La
personificación de Zula y Víctor configuran un escenario de contrarios atraídos
entre sí.
Sin pretensiones estéticas, fuera de
intentos por mantener un cuadro sin intención, con la mera satisfacción del
roce emocional en el espectador, Lukasz
Zal, embriaga con planos bien dosificados entre generales, para luego,
darlos a detalle.
La película acreedora a Mejor Dirección en el Festival de Cannes, narra un desgaste histórico reprochado entre los habitantes de
quienes lo vivieron, describe un brusco y nocivo derrame de querer estancado
entre dos artistas amantes de su arte, amantes de sí y amantes del uno al otro.
Trailer
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